Francia al principio del siglo XIX va a pasar por cambios bastante violento que dará lugar a diversas diferentes sistemas políticos.
En 1830, tras el proceso revolucionario financiado y dirigido por la alta burguesía, encabezado por Thiers, subió al trono a Luis Felipe de Orleans; se trataba de una monarquía paternalista y autoritaria manejada por los magnates de las finanzas que gobernaron con el objetivo declarado de hacerse ricos (Tan evidente era que Tocqueville los calificó como el gobierno de la Corrupción S.A.). Este periodo, tan importante para el proceso industrializador, no fue capaz de satisfacer las demandas sociales y de participación política de las masas, lo cual unido a la crisis económica de 1846, desembocó en una nueva revolución. La revolución y la guerra en Suiza crearon un estado de ánimo en toda Europa que hizo que rápidamente se sucedieran alteraciones violentas por todos los países del continente. La revolución de febrero de 1848 en París vio como iban de la mano la pequeña burguesía y los obreros, que proclamaron la segunda República. La implantación de una democracia y las medidas de tipo social que se adoptaron desembocaron en una reacción de la burguesía y en una nueva revolución en junio, que fue duramente reprimida por el ejército, con unos 10.000 muertos. En este contexto fue nombrado presidente de la República Luis Napoleón Bonaparte abiertamente contraria a la nueva constitución, quien daría un golpe de estado en 1852 y se proclamaría emperador con el título de Napoleón III