En contra de lo que pudiera parecer Estados Unidos tardo muchas décadas en consolidarse como un Estado con un grado suficiente de estabilidad que permitirá iniciarse como una gran potencia. Hasta mediados del siglo XIX no se van a resolver grandes problemas políticos que debían configurar la Federación de los estados y además se van a desayunar se va a desarrollar una cruenta guerra civil denominada la guerra de secesión que dará lugar a una enorme tensión entre los Estados.
La inestabilidad política
Las seis primeras décadas del siglo XIX fueron, en Estados Unidos, un periodo de crisis institucional. La recuperación económica de la guerra de independencia fue muy lenta. Los estados del norte estaban más abiertos al comercio y al liberalismo económico. El sur, eminentemente agrícola, producía se lente cosechas de algodón ante la creciente demanda de la industria textil europea (la producción se duplicaba cada 10 años). También el tabaco y la caña de azúcar eran productos de exportación de los Estados Unidos, pero estos dependían del norte para obtener manufacturas y los servicios financieros y comerciales necesarios para el desarrollo comercial. Los estados del sur, prósperos y cada vez más ricos, pensaban que debían de ser ellos quienes dirigiesen los destino de la Unión.
Una creciente hostilidad entre la sociedad agraria del Sur y la comercial industrial del Norte comenzó a minar la estabilidad política. El resultado fue una división entre los republicanos partidarios de igualdad y libertad económica y un gobierno presidencial fuerte, frente a loa Whing, antiguos federalistas que luchaban por una política para las élites y poder de los estados frente a los poderes centrales. Hasta mediados del siglo se fueron alternando en el poder presidencial con frecuentes tensiones y enfrentamientos entre ambos bandos
La expansión
En este periodo se produjo la gran expansión territorial de tal forma que, en 1853, excepto Alaska y Hawái, Estados Unidos ya había alcanzado sus fronteras continentales actuales. Las antiguas 13 colonias delante de la costa atlántica se ampliaron
con los bastos territorios del oeste. La mayor parte procedían de la incorporación tras la guerra con México, los adquiridos a España, como Florida, y la incorporación de la República de Texas, de más de 600.000 km², escindida de la mexicana en 1836.
Pese a la gran expansión a la costa de México y España, la llamada doctrina Monroe propugnaba la no intervención de Estados Unidos en ningún conflicto internacional en el que estuviesen presentes los europeos Y la no intromisión en los procesos independentistas del resto de América.