En los barrios populares, el tiempo de ocio se disfrutaba en las verbenas, donde reinaba el organillo, la "limoná" y el chocolate con churros en la madrugada. Aquellos que gozaban de mayor poder adquisitivo se inclinaban por el Casino o el Círculo de Bellas Artes.
Los teatros aplaudían las comedias de Jacinto Benavente o completaban el aforo con las zarzuelas. También triunfaba el género frívolo de las revistas donde las vedettes Raquel Meyer y Celia Gámez, se disputaban el favor del público. El cine se consolidaba y Florián Rey emocionaba con la película la aldea maldita. Pero en los años 20 el rey absoluto de la vida social era el café.
Prácticamente prohibido a las mujeres, los cafés fueron foros ciudadanos donde se buscaban remedios a los males del país. En el Lyon d'Or, el Varela o la Granja del Henar se reunía la tertulia que capitaneaba Ortega y Gasset. El Pombo continuaba albergando a intelectuales y artistas en torno a Ramón Gómez de la Serna.
Desde los primeros años de la década, los viejos tranvías de mulas fueron sustituidos por los eléctricos, aumentó el número de coches particulares y, el metro se erigió como transporte público por excelencia.