Entre 1925 y 1929 se vivieron unos años de prosperidad que se conocerán como los "felices veinte".
Superada la crisis de la posguerra, los países industrializados se lanzaron a una nueva etapa de crecimiento económico en la que Estados Unidos ocupó la primera posición, con una tasa de crecimiento anual de su economía del 5%.
Las nuevas fuentes de energía -la electricidad y el petróleo- sustituyeron al carbón en muchas ramas. Algunos sectores industriales como el de los transportes (automóviles, camiones, aviones, locomotoras) conocieron un desarrollo espectacular, especialmente la producción de automóviles, que en Estados Unidos creció un 33% anual en esos años. Esta industria influyó en otras, impulsándolas (carburantes, carreteras, neumáticos) y en los servicios (restaurantes, gasolineras). La industria química tuvo un progreso considerable, estimulada por la producción de caucho para neumáticos, rayón para los vestidos, abonos para la agricultura y productos farmacéuticos. Aparecieron nuevas industrias como las de electrodomésticos y el cine. Igualmente la construcción conoció un auge.
Todo este empuje económico fue favorecido por el pago a plazos y la concesión de créditos que incitó al consumo.