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HELENISMO

Filipo II

Geohistoarteducativa (CC BY-NC)

Alejandro

Geohistoarteducativa (CC BY-NC)

     Alejandro aparece en la Historia como una especie de superhombre, de una energía y entusiasmo proverbiales y dotado de una eterna juventud. Es un héroe novelesco, atractivo y apasionante por ser el protagonista de una historia real y ver-dadera. No sólo tiene virtudes, como todo héroe tiene un lado oscuro dominado por su carácter desenfrenado y violentamente apasionado. Curiosamente estas características negativas se atribuyen como herencia de su madre Olimpíade.

     Tras la muerte de Filipo (336 aC), con 20 años accede al trono, abortando todo intento de ocupación del mismo por otros pretendientes. Pero los problemas se presentan de inmediato. Atenas y Tebas, sobre todo, desean librarse de la hegemonía macedonia y celebran la muerte de Filipo al considerar al joven rey inexperto y débil. Pero Alejandro reacciona con rapidez, invade Beocia cuando nadie lo esperaba y los atenienses imploran su perdón. Luego, convoca en Corinto a los embajadores de la confederación helénica y les hace confirmar su hegemonía personal, con la acostumbrada excepción de Esparta. Posteriormente llevó a cabo una expedición hasta el Danubio para someter a los pueblos de Iliria y Tracia que también habían dado muestras de sedición. Con ello Alejandro se revela como un gran estratega.

     Sin embargo, en Grecia corren rumores de derrota y graves heridas del joven rey y los tebanos proclaman su indepen-dencia, con el rey persa Darío entre bastidores y Demóstenes multiplicándose en sus contactos. De nuevo el rey se presenta ante los muros de Tebas de repente, ofreciendo el perdón a cambio de los instigadores. El orgullo tebano fue castigado de manera implacable, no solo por los macedonios sino por los propios griegos aliados de Tebas, comprometidos con la prepotencia tebana. La ciudad desapareció para siempre y los supervivientes ejecutados o esclavizados. Atenas, instigadora, se salvó una vez más del castigo, renunciando Alejandro a que le fuera entregado Demóstenes. El rey volvió a Grecia para preparar su gran campaña contra el rey persa.

Las campañas de Asia Menor y la conquista de Egipto

     Con sólo 35.000 hombres, Alejandro cruzó el Helesponto (334 aC) y no regresaría más. Se proponía atacar un imperio 50 veces mayor con 20 veces más población: desde el Helesponto hasta la India y desde el mar de Aral hasta las cataratas del Nilo, poblaciones con razas, lenguas y costumbres muy diferentes y territorios con climas contrapuestos. Sin embargo los griegos eran superiores ya que las tropas persas, más numerosas, actuaban por aplastamiento y las macedonias lo impedirían por su cohesión táctica. El rey persa esperaba tranquilamente en Babilonia creyendo que la geografía estaba de su lado y maltrataría las tropas griegas. Dada la superioridad naval de los persas, Alejandro se apoderó de todas las costas persas del Mediterráneo con el objetivo de bloquear los barcos enemigos para evitar una batalla naval e impedir que enfilasen su rumbo hacia Grecia y fomentaran la rebelión contra él. Gracias a la audacia, la rapidez, las tropas que Filipo había enviado que le prestaron un apoyo logístico importante pero también la falta de reacción persa, Alejandro empezó a cosechar victorias.

     Los persas contaban con un buen general griego, Memnón, que aconsejaba esperar a los griegos cuando se hubieran adentrado en el continente y empezaran los problemas de intendencia. Sin embargo, los sátrapas rechazaron el plan y esperaron a los griegos a orillas del río Gránico, en Frigia, donde fueron derrotados por Alejandro, que llevó a cabo una colonización minuciosa. Las ciudades recuperaban sus leyes y autonomía, eran liberados del tributo persa, pero debía infundirles la suficiente autoridad y confianza para que no colaborasen en cualquier maniobra una vez se adentrara en el continente.

     El invierno del 334-333 aC lo pasó Alejandro en Gordion, antigua capital de Frigia, famosa por la anécdota de los biógrafos del rey del carro real que tenía anudado un complicado nudo y que Alejandro cortaría de un golpe seco. Darío por su parte, acumulaba tropas. Al llegar la primavera y tras cruzar las llamada Puertas Cilicias se encontraron los dos ejércitos en la llanura de Iso (333 aC). Desde un buen principio la batalla fue un desastre para los persas. Alejandro a la cabeza de su caballería participó en la misma y el rey persa huyó, pero en la persecución la familia y el harén de Darío cayeron en manos macedonias. Darío solicitó la liberación y ofreció un tratado de paz, rechazado por Alejandro recordando la antigua expedición de Jerjes en Grecia. El rey macedonio quería ver a Darío suplicante y no ser tratado de igual a igual. Un nuevo ofrecimiento de rescate más la posibilidad de convertirse en yerno del rey persa fue rehusado, lo que llevó a Darío a prepararse de nuevo para la guerra.

     Sin embargo Alejandro quiso asegurar primero las costas del Mediterráneo y se dirigió a Siria, donde Tiro le presentó resistencia. Ciudad considerada inexpugnable, sufrió el asedio –7 meses- y fue tomada y arrasada. Y como sucedió en Tebas, su población murió o fue vendida. Tras la conquista de Siria, el camino natural era la conquista de Egipto. Fue fácil, entre otras cosas porque los egipcios querían deshacerse del yugo persa y el rey llegó hasta Menfis sin resistencia. Presentándose como un liberador, ofreció sacrificio a los dioses y se adentró en el desierto hasta el templo de Ammón, dios oracular similar al Zeus griego. Los sacerdotes lo saludaron como Hijo de Ammón como correspondía a un rey de Egipto, lo que le sirvió de propaganda entre los griegos, que veían una forma de divinización. En Egipto, fundó la ciudad de Alejandría que heredaría la importancia de la destruida Tiro como centro comercial del Mediterráneo oriental.

La conquista del Imperio persa y la muerte de Alejandro

     Darío, mientras tanto, preparó un ejército de un millón de hombres, carros de combate y elefantes y esperó a Alejandro en lo que parecía un lugar favorable: Gaugamela, cerca de las ruinas de Nínive. Alejandro, sin embargo, dotado de su superioridad personal, buen cuadro de mandos y una tropa de excelente calidad, preparó una estrategia contraria a la prevista por el rey persa, presentándose y cayendo sobre el ejército de Darío justamente por dónde no se esperaba. Como en Iso, el rey huyó de inmediato mientras sus tropas sufrían una nueva derrota. El ejército de Alejandro parecía invencible, gracias a su preparación, táctica y disciplina. No tuvo ningún problema para ocupar Babilonia (331 aC) que le dispensó un recibimiento triunfal, pasando el rey macedonio a disponer de los grandes tesoros del rey persa. Como en Egipto, ofreció sacrificios a los dioses, Marduk en este caso y puso como gobernante de la ciudad sometida a un persa, por primera vez. Susa y Persépolis, con sus fabulosos tesoros no se le resistieron. En ésta úlitma, en revancha por las fechorías de Jerjes en Atenas durante las Guerras Médicas, Alejandro hizo incendiar el palacio real de Persépolis, lo cual fue un gran golpe de efecto para todos. Y al fin llegó a Ecbatana, la cuarta capital persa. Darío, acosado, fue asesinado por un sátrapa que se hizo nombrar rey con el nombre de Artajerjes. El combate se transformó en una larga guerrilla, contra un enemigo escurridizo y astuto, modificando Alejandro su táctica al constituir secciones ligeras de caballería e infantería, con persas integrados en sus filas. Finalmente, después de tres años, Artajerjes fue ajusticiado.

     La expedición a la India prosiguió (327 aC). Alejandro pensaba que en el extremo de ese país se encontraba el Océano, límite oriental de la tierra habitada. Encontró resistencia del rey Poro, que le presentó batalla con un ejército de centenares de elefantes, esperando el ataque frontal de Alejandro. Éste, una vez más, dio muestras de sus dotes de estratega y atacó por los costados, provocando el pánico entre las tropas indias. Poro resultó gravemente herido pero salvó la vida y se convirtió en amigo de Alejandro. En este punto, llega el momento de la inflexión: Alejandro dio la orden de continuar pero las tropas se amotinaron. El cansancio y las lluvias continuadas socavaron la moral de los soldados que consiguieron la orden de retirada. Pero antes de afrontar un regreso penoso por desiertos ardientes, hambre y sed, tuvo lugar el descenso del río Indo con la sumisión de las poblaciones del valle. A su vez, envió Alejandro a su almirante Nearco a explorar una ruta naval que permi-tiera unir el Indo y el Tigris y Eúfrates, ruta que consiguió.

    A su llegada a Susa, el rey trata con dureza a los sátrapas que habían aprovechado su ausencia para hacerse prácticamente independientes. Tomó la decisión de enviar a la tropa macedonia de regreso a sus casas, formando un ejército con iranios al estilo macedonio. Menospreciados, sus soldados se amotinaron de nuevo, exigiendo ser enviados todos a sus casas. Alejandro, preso de cólera y amargura, recordó cuánto habían pasado juntos sin privilegios por su parte y cuánto habían conseguido con él y su padre, llegando a exigir de ellos que le imploraran su perdón, cosa que la tropa hizo y hubo reconciliación. Alejandro preparó entonces una expedición naval que bordearía la península arábica y entraría por el mar Rojo, con el propóstio de conquistar puertos y crear colonias. Pero, a punto de salir, el rey se contagió de fiebres y murió (323 aC).

Modelo de superación

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