SOPA DE LETRAS
Odiseo y el cíclope
Continuamos la navegación y llegamos a la tierra de los cíclopes, soberbios y sin ley, quienes, confiados en los dioses inmortales, no labran los campos, sino que todo les nace sin sembrar y sin arar y se lo hace crecer la lluvia enviada por Zeus. No tienen ágoras ni leyes, sino que viven en las cumbres de los montes, dentro de cuevas.
Vimos una alta gruta en uno de los extremos y casi tocando al mar. Allí moraba un varón gigantesco, solitario, que entendía en apacentar rebaños lejos de los demás hombres.
Polifemo: ¡Oh, forasteros! ¿Quiénes sois? ¿De dónde llegasteis navegando por los húmedos caminos?
Odiseo: Somos aqueos a quienes extraviaron al salir de Troya vientos de toda clase y venimos a abrazar tus rodillas por si quisieras presentarnos los dones de la hospitalidad. Respeta a los dioses, que somos ahora tus suplicantes.
Polifemo: ¡Oh, forastero! Eres un simple o vienes de lejanas tierras, cuando me exhortas a temer a los dioses y a guardarme de su cólera; que los cíclopes no se cuidan de Zeus.
El cíclope, con ánimo cruel, levantándose de súbito, echó mano a los compañeros, agarró a dos y, cual si fuesen cachorrillos, los arrojó a tierra con tamaña violencia que el encéfalo fluyó al suelo y mojó el piso. Despedazó los miembros y se puso a comer.
Contemplamos aquel horrible espectáculo. Cuando el cíclope había llenado su enorme vientre, devorando
carne humana y bebiendo leche sola, se acostó en la gruta. Al día siguiente corté una estaca como de una braza, que di a los compañeros mandándoles que la puliesen.No bien la dejaron lisa, agucé uno de sus extremos, la endurecí, pasándola por el ardiente fuego, y la oculté cuidadosamente debajo del abundante estiércol esparcido por la gruta. Por la tarde volvió el cíclope con el rebaño.
Odiseo: Toma cíclope, bebe vino a fin de que sepas qué bebida se guardaba en nuestro buque.
Polifemo: Dame más vino y hazme saber inmediatamente tu nombre para que te ofrezca un don.
Odiseo: Mi nombre es Nadie; y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros.
Polifemo: A Nadie me lo comeré el último, después de sus compañeros: tal será el don hospitalario que te ofrezco.
Así dijo; se tiró hacia atrás y cayó de espaldas. Dobló el robusto cuello y le venció el sueño. Entonces metí la estaca debajo del abundante rescoldo para calentarla. Mis compañeros la hincaron en el ojo del cíclope. Dio el cíclope un fuerte y horrendo gemido y se puso a llamar con altos gritos a los demás cíclopes.
Los cíclopes: ¿Por qué estás tan enojado, ¡oh, Polifemo!, y gritas de semejante modo en la divina noche?
Polifemo: ¡Oh, amigos, Nadie me mata con engaño, no con fuerza!
Los cíclopes: Pues si nadie te hace fuerza, ya que estás solo, no es posible evitar la enfermedad que envía el gran Zeus; pero ruega a tu padre, el soberano Poseidón.
Salimos de la cueva. Y estando lejos, hablé al cíclope con estas mordaces palabras:
Odiseo: ¡Cíclope! No deberías emplear tu gran fuerza para comerte en la honda gruta a los amigos de un varón indefenso. Las consecuencias de tus malas acciones habían de alcanzarte, ¡oh, cruel!, ya que no temiste devorar a tus huéspedes en tu misma morada; por eso Zeus y los demás dioses te han castigado.
Homero, Odisea. (TEXTO ADAPTADO)
1. Cuenta la historia con tus palabras
2. ¿Qué es un cíclope?
3. ¿Quién es Polifemo?
4. ¿Quién es Odiseo?
5. ¿Cuál es el otro nombre con el que se conoce a Odiseo?
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